«¿Te has dado cuenta? Haga lo que haga o diga lo que diga nunca tiene suficiente, siempre exige más»… Algunas personas parecen vivir a expensas de lo que otras les dan, como si vivieran inmersos en una espiral de demanda persistente. Y eso provoca en los que reciben esas peticiones una sensación de desgaste o de agotamiento que puede hacer incluso que les perciban como un lastre o como algo que les impide avanzar, crecer o progresar. Lo más frecuente en estos casos es que tengamos la tentación de calificar a ese tipo de personas como «tóxicas» o incluso como «malas», pero lo cierto es que, tal como explica la psicóloga Teresa Terol, la explicación a lo que sucede en ese tipo de interacciones sociales es mucho más sencilla: falta asertividad. «Ninguna persona se levanta por las mañanas pensando cómo te va a fastidiar o qué va a sacar de ti. Lo más probable es que tengan el foco en sí mismas (no en los demás) y que hagan las cosas en función de sus intereses y de sus propios beneficios, pero eso no quiere decir que busquen siempre aprovecharse de la otra persona. No es lo mismo ser egoísta o cómodo que ser malo o tener mala intención», argumenta. Por eso la clave para dejar de tener esa sensación de que alguien nos lastra o que se aprovecha de nosotros consiste, según aclara Terol, en poner límites, defender nuestras propias necesidades y desenvolverse de forma asertiva.

La asertividad es imprescindible para expresar opiniones contrarias, quejas o desacuerdos pero también para hacer cumplidos sinceros, cuestionar la autoridad, dar una opinión o pedir favores. Igualmente, según define Teresa Terol, será una buena aliada para negarse a hacer favores cuando su ejecución nos haga sentir incómodos o cuando nos resulte inconveniente. Nos permite resolver los conflictos cotidianos sin ningunear ni ningunearnos y favorece una dinámica de comunicación honesta entre las partes.

Nos cuesta mucho pedir
Uno de los sesgos frecuentes en nuestra relación con los demás, según comenta Terol, es pensar que nuestros valores y creencias son los mismos que los de la otra persona. Para entender esta premisa la psicóloga pone un ejemplo: Imagina que te fracturas una pierna y debes quedarte en casa durante un tiempo. Para ti es normal que durante esa inmovilización forzada recibas la visita de tus seres queridos pero resulta que a tu mejor amiga no solo no le suele gustar recibir visitas cuando está convaleciente sino que además cree que a los enfermos hay que dejarles descansar y no molestarles en casa. Al ver que ella no te visita no solo muestras una gran decepción sino que además piensas que, si no lo hace, en realidad no le importo o no es una verdadera amiga. «Lo que sucede en este ejemplo es que te falta información y comunicación, pues estás valorando lo que ha sucedido desde tus valores y desde tus creencias y no desde las de tu amiga. ¿No sería más adecuado preguntar o pedir en lugar de juzgar, interpretar o criticar? Preguntemos más, supongamos menos», argumenta.

La psicóloga explica que nos cuesta pedir lo que necesitamos o lo que queremos y que existen tres errores o ideas equivocadas habituales que nos impiden hacerlo de una forma asertiva. Una de ellas es el que Terol denomina el ‘Efecto Frida Kahlo’, que es el que nos lleva a decir eso de: «Si tengo que pedirlo, ya no lo quiero». Para la psicóloga esa frase hace daño porque hace que creamos que, si pido algo concreto, eso implica que ese algo pierda valor. En su opinión, esa idea «romántica» de pensar que los otros deben tener en su mente lo que necesitamos no tiene sentido, al igual que no tiene sentido esperar que el otro se adelante a nuestras peticiones pues, según recuerda, «cada uno vivimos a nuestra rueda, no a la de los otros».

Otra de los errores frecuentes consiste en creer que, al pedir, estamos poniendo a la otra persona en un compromiso. «Eso sucede cuando confundimos una petición con una exigencia. El problema es que no en esos casos no solemos pedir, sino que lo que hacemos es exigir y eso es lo que nos lleva a enfadarnos cuando nos dicen que no», aclara.

El tercer error tiene que ver con tomarse la vida como si fuera un «marcador de favores», de modo que si, por ejemplo, nunca he pedido nada a esa persona a la que un día le hice un favor entonces puedo pensar que, de alguna manera, «me lo debe». Para la psicóloga esa forma de actuar implica prostituir la palabra «favor» pues, según aclara, un favor se hace porque sí, sin esperar nada a cambio.

Poner límites, otra de las claves
Cuando resuene en tu cabeza la frase «me sabe mal» cuando necesites decir algo a alguien o pedir algo es la hora de replantearte algunas cosas pues, según explica Terol, pues es probable que implique que estás renunciando a algún derecho.

La explicación está en que a la hora de marcar límites «nada nos tiene que saber mal», es decir, debemos poder expresar nuestra opinión y lo que necesitamos libremente. «Hay personas que son nuestros amigos porque les interesa, por alguna circunstancia. Y cuando tú pasas de ser pasivo a ser asertivo puedes incluso llegar a perder esa relación de amistad. Pero eso es bueno porque si esa gente no te quiere cuando eres asertivo, es probable que se estuviera aprovechando de ti cuando eras pasivo y no tiene la intención de cambiar pues lo que le gustaba de ti era precisamente que le venía bien tu forma de actuar, es decir, que mirabas más por él que por ti», revela Terol.

Hay que exponer, por tanto, lo que nos parece bien y lo que no porque si no ponemos límites, corremos el riesgo de provocar el que la psicóloga define como el «efecto bomba», que es el resultado de explotar un día y soltarlo todo tras habernos callado durante mucho tiempo.

Pero además si lo que queremos es mejorar la relación con esas personas conviene, por un lado, eliminar ese «me sabe mal» para hablar libremente y, por otro, practicar la que Terol define como la ‘regla de la crítica 3X1’, que implica que, por cada cosa negativa que critiquemos tenemos que hacer hincapié en tres cosas positivas de la otra persona.

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