El cansancio es el principal problema que arrastran los niños que han pasado covid. Incluso aquellos que no han necesitado hospitalización o UCI
El cansancio es el principal problema que arrastran los niños que han pasado covid. Incluso aquellos que no han necesitado hospitalización o UCI. El covid persistente les afecta en mucha menor medida, solo un 4% presentan además cefaleas, problemas respiratorios o cardíacos y síndrome inflamatorio, en mucha menor medida, que se trata por cierto durante la hospitalización. Los adolescentes son los más afectados por las secuelas de la enfermedad.Un estudio de 129 niños en Italia demostró que el 42,6% experimentaron al menos un síntoma más de 60 días después de la infección. la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido calcula que el 12,9% de los niños de 2 a 11 años y el 14,5% de los adolescentes de 12 a 16 años todavía presentaban síntomas 5 semanas después de la infección. Investigadoras danesas han concluido que el covid persistente en niños en «infrecuente» y de «corta duración». Tras analizar a 37.522 niños de 0–17 años con antecedente de infección y comparar los resultados con un grupo de control de 78.037 menores, observaron que era «común» que los síntomas se prolongaran más de cuatro semanas en ambos grupos, sin embargo, entre los menores de 6 a 17 años con antecedente de infección por coronavirus eran un 0,8% más frecuentes que en el grupo de control sin antecedente de covid.Los números bailan de un país a otro.En nuestro país, distintos hospitales están haciendo seguimiento: El Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona (Barcelona) creó en diciembre de 2020 una unidad pionera en España dedicada en exclusiva a la atención de menores con covid persistente. Desde entonces han valorado a 150 pacientes y actualmente en seguimiento tienen a 130. El Gregorio Marañón de Madrid maneja cifras del 2% de pacientes pediátricos con Covid persistente, y en el hospital infantil Niño Jesús, también de la capital, han observado que el 30% de los menores que ingresaron en UCI durante la pandemia lo han arrastrado.Las cifras, afortunadamente, son infinitamente más bajas que las de la población adulta: en nuestro país se calcula que entre el 10 y el 20% arrastran covid persistente.Menor gravedad, rápida recuperaciónTambién la gravedad y la duración de los síntomas es mucho menor: el cansancio es la secuela dominante, que desaparece de media en 4 meses. Es la conclusión que se extrae del seguimiento que el Niño Jesús ha hecho de los 52 menores que han tenido que ingresas en la UCU por COVID en lo que llevamos de pandemia. Se han interesado por saber qué secuelas arrastran estos niños tras su paso por la Unidad de Cuidados Intensivos, y sí hay diferencia con otros pacientes pediátricos ingresados por otros motivos. La doctora Inés Leoz, responsable de este seguimiento nos ha contado que “un tercio arrastran cansancio, más que el resto de los menores ingresado en UCI, al mes y medio de darles el alta”. Eso sí, puntualiza la doctora Leoz que “se recuperan muy rápido, generalmente a los dos meses están haciendo ya vida normal. Los niños que ingresan en UCI “afortunadamente son pocos, y las secuelas que les quedan a un 30% son fundamentalmente el cansancio, ansiedad o miedos, y enseguida recuperan”. Confirma la doctora que son los niños más mayores y los adolescentes los que presentan “más ansiedad, más miedos asociados a la enfermedad, probablemente porque la pandemia ha estado desde el primer momento en los medios de comunicación, entonces el miedo de estar en una UCI está ahí”.Los síntomas más frecuentesLa Sociedad española de pediatría no hospitalaria ha elaborado un guía en la que reconoce que aunque la COVID-19 persistente en Pediatría es poco frecuente, es real. Afecta principalmente a adolescentes que, después de la infección, presentan un grupo complejo de síntomas durante más de 8 semanas. El síntoma más común es la fatiga, tanto física como mental, que puede llegar a afectar de forma considerable la calidad de vida, limitando la actividad escolar y social. También se describen con frecuencia: disnea (falta de aire o dificultad para respirar) , dolor torácico o trastornos del sistema nervioso autónomo, con taquicardia o hipotensión ortostática (una bajada de tensión que puede provocar mareos o aturdimiento). Es importante detectar estos casos de forma precoz por el pediatra de Atención Primaria y ofrecer apoyo (creer lo que explican, acompañar), detectar síntomas y signos de gravedad, descartar otras enfermedades, revisar criterios de derivación y valorar si precisan tratamiento sintomático y rehabilitador. Se recomienda a los pediatras realizar un seguimiento hasta pasados 6 meses sin síntomas.

Por